El mandato más débil de Maduro: crisis, aislamiento y un chavismo fragmentado

Caracas, 11 de enero de 2025 – Aunque a simple vista Venezuela parece seguir igual tras la crisis que amenazó con desbordarlo, la realidad política del país se ha transformado profundamente. Nicolás Maduro ha sido reelegido para un tercer mandato, pero su posición nunca ha sido tan frágil. La falta de respaldo de importantes aliados internacionales, la creciente fragmentación del chavismo y el fortalecimiento de la oposición marcan el inicio de su mandato más débil.

El 10 de enero, Maduro se juramentó como presidente en un acto que reflejó la crisis interna que atraviesa su gobierno: un evento reducido, sin la presencia de líderes clave y con solo el respaldo de los presidentes de Cuba y Nicaragua. La comunidad internacional, especialmente la izquierda latinoamericana, ha comenzado a distanciarse del régimen venezolano, lo que agrava su aislamiento en el escenario global.

Por otro lado, la oposición, liderada por María Corina Machado, ha ganado legitimidad tras su triunfo en las elecciones del año anterior. A pesar de los esfuerzos del gobierno por deslegitimar este resultado, la presión sobre Maduro no cesa. La respuesta de la comunidad internacional, que ha incrementado las sanciones contra altos funcionarios chavistas y aumentado la recompensa por la captura de Maduro, refuerza la postura de rechazo hacia su mandato.

Este nuevo capítulo en la historia de Venezuela refleja un cambio en las dinámicas políticas internas. Aunque Maduro mantiene el control en el país, su victoria es considerada pírrica. A nivel nacional, su popularidad ha disminuido drásticamente, y sus antiguos aliados se han alejado de su órbita. La incertidumbre sobre el futuro político de Venezuela crece, con analistas como Juan Gabriel Tokatlián advirtiendo que los dos principales actores políticos, tanto el chavismo como la oposición, se encuentran debilitados, pero con el poder suficiente para moldear los próximos movimientos en la crisis.

Este inicio de año se perfila como un periodo crucial para Venezuela, donde la batalla por el poder podría abrir espacio para un cambio político que, si bien incierto, es más posible que nunca.

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