El Diezmo según la Biblia: Un Mandamiento que Transciende el Tiempo

Por: Eduardo Perez

¡Hola! Hoy quiero compartir con ustedes un tema que, sin duda, ha sido de mucha reflexión y debate: el diezmo. Es un concepto que aparece mucho en las iglesias y que se relaciona con el acto de dar el 10% de nuestros ingresos a Dios. Pero, ¿qué nos dice la Biblia sobre este acto? Vamos a descubrirlo, viendo qué se menciona en el Antiguo Testamento y, más importante aún, qué decía Jesucristo en el Nuevo Testamento.

El Diezmo en el Antiguo Testamento: Un Mandamiento Divino

El diezmo tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, y se presenta como una práctica obligatoria que los israelitas debían seguir. Se trataba de dar el 10% de sus bienes, ya fuera de su ganado, de sus cosechas o de lo que ganaran, para mantener el funcionamiento del templo, apoyar a los sacerdotes, y ayudar a los pobres.

La primera mención de diezmo en la Biblia se encuentra en el Libro de Génesis (14:19-20). Aquí, vemos a Abrán (quien luego sería conocido como Abraham) dando el diezmo a Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, tras una victoria militar. Este acto de dar el 10% fue voluntario, pero lo que es interesante es que muestra la actitud de agradecimiento y obediencia de Abrán hacia Dios.

“Y Melquisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; y era sacerdote del Dios Altísimo. Y lo bendijo, diciendo: Bendito sea Abrán del Dios Altísimo, Creador de los cielos y de la tierra. Y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tu mano. Y le dio Abrán los diezmos de todo.”Génesis 14:19-20 (RVR1960)

Pero es en Levítico 27:30-32 donde encontramos un mandamiento claro sobre el diezmo. Aquí, Dios instruye a los israelitas para que den el 10% de todo lo que produzca la tierra, ya sea grano, frutos o ganado, y se lo entreguen a Dios como una ofrenda santa. Este diezmo debía ser entregado al templo para el mantenimiento de los sacerdotes y el apoyo a las personas necesitadas.

“Y todos los diezmos de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, son de Jehová; son cosa dedicada a Jehová.”Levítico 27:30 (RVR1960)

El diezmo en el Antiguo Testamento era, por lo tanto, una obligación religiosa para el pueblo de Israel. A través de este acto, los israelitas mostraban su gratitud y obediencia a Dios, además de sostener la obra de Dios en la tierra.

El Diezmo en el Nuevo Testamento: La Perspectiva de Jesús

Ahora bien, al llegar al Nuevo Testamento, encontramos que Jesucristo no anula el concepto del diezmo, pero su enfoque es diferente al del Antiguo Testamento. Jesús no se centra tanto en la cantidad que se da, sino en la actitud del corazón con la que se da. En su enseñanza, lo que importa es el espíritu de generosidad y sacrificio detrás del acto.

En Mateo 23:23, Jesús habla de la importancia de cumplir con la ley del diezmo, pero también señala que no se debe descuidar lo más importante: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Aquí, Jesús no rechaza el diezmo, pero nos recuerda que el dar debe ser un acto que refleje un corazón dispuesto a obedecer a Dios en todas las áreas de nuestra vida, no solo en lo material.

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y habéis descuidado los principios más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Estos son los que debíais haber hecho, sin dejar de hacer aquello.”Mateo 23:23 (RVR1960)

Aquí, Jesús señala que el diezmo no debe ser una excusa para no practicar el amor, la misericordia y la justicia en nuestras vidas. No se trata solo de dar dinero o bienes materiales, sino de vivir una vida que refleje la voluntad de Dios en todos los aspectos, incluido nuestro trato hacia los demás.

En Lucas 18:9-14, Jesús nos muestra a través de la parábola del fariseo y el publicano que el corazón sincero y humilde es lo que realmente Dios valora. El fariseo, que se jactaba de su cumplimiento de la ley (incluido el diezmo), fue rechazado, mientras que el publicano, que reconocía su pecado y humildemente pedía perdón, fue justificado.

“El publicano, estando lejos, no quería ni aún alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, sé propicio a mí, pecador’. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”Lucas 18:13-14 (RVR1960)

Este pasaje enfatiza que la humildad y la sinceridad son más valiosas ante Dios que simplemente cumplir con una lista de reglas, incluyendo el diezmo.

¿El Diezmo es Para Nosotros Hoy?

Muchos se preguntan si el diezmo sigue siendo una práctica válida para los cristianos hoy en día. La respuesta no es simple, pero lo que aprendí es que el diezmo no es solo un acto de obediencia, sino una manera de poner a Dios primero en nuestras vidas. Aunque el diezmo no es una obligación legal en el Nuevo Testamento, Jesús no lo rechaza. El principio sigue siendo válido: todo lo que tenemos proviene de Dios, y dar un diezmo es una manera de reconocer su provisión y bendición.

Lo que realmente importa es la actitud de nuestro corazón. El diezmo no debe ser una carga ni una rutina vacía, sino un acto de adoración y gratitud. Cuando damos, debemos hacerlo con alegría y generosidad, sin forzar ni sentir que estamos “pagando” por algo. Dios ama a quien da con un corazón alegre y sincero.

“Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”2 Corintios 9:7 (RVR1960)

Conclusión: ¿Qué Nos Dice la Biblia sobre el Diezmo?

El diezmo en la Biblia tiene un propósito claro: reconocer que todo lo que tenemos viene de Dios. En el Antiguo Testamento, era una ley, pero en el Nuevo Testamento, Jesús nos llama a dar con un corazón sincero y generoso. No se trata de la cantidad, sino de la actitud con la que damos. Al final del día, el diezmo es solo una herramienta para ayudarnos a mantener nuestro enfoque en Dios y para compartir nuestras bendiciones con aquellos que lo necesitan.

Si decides seguir el principio del diezmo, hazlo con alegría, gratitud y sinceridad, sabiendo que Dios ve el corazón y lo que realmente importa es que nuestro dar sea un reflejo de nuestro amor por Él y por los demás.

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