“Los dos papas”: fe, poder y humanidad en un diálogo necesario

Por: Ana Martinez

Una reflexión crítica sobre la película “Los dos papas” de Netflix y su lectura sobre el poder, la culpa, el perdón y la crisis moral dentro de la Iglesia.

Los dos papas”: fe, poder y humanidad en un diálogo necesario

Hay películas que entretienen y hay películas que incomodan. “Los dos papas”, dirigida por Fernando Meirelles, pertenece a esa segunda categoría. No porque ataque la fe ni porque cuestione la Iglesia de manera superficial, sino porque coloca frente al público un retrato íntimo de dos figuras que marcan épocas opuestas: Benedicto XVI, el guardián doctrinal, y Jorge Mario Bergoglio, el sacerdote que apuesta por una Iglesia más abierta y cercana.

La cinta presenta un diálogo ficticio basado en hechos reales, pero lo hace con tal honestidad emocional que, aun sabiendo que muchas escenas son dramatizadas, resulta imposible no reflexionar sobre la tensión entre tradición y cambio.

El valor del diálogo en tiempos de polarización

En una era marcada por los extremos, el simple hecho de ver a dos líderes con visiones opuestas escucharse, debatir y hasta mostrarse vulnerables es en sí mismo un mensaje poderoso.

La película recuerda que el liderazgo no consiste solo en afirmar convicciones, sino también en reconocer límites y errores.
Benedicto aparece como un intelectual que carga el peso de un legado en crisis. Bergoglio como un pastor preocupado por una Iglesia que se aleja de la gente.

Ambos, desde sus diferencias, encarnan una necesidad urgente: el diálogo honesto.

Culpa, perdón y la política del corazón

Uno de los temas más profundos del filme es la relación entre culpa y redención.
La película no oculta los pasajes oscuros del pasado de Bergoglio durante la dictadura argentina, aunque también sugiere que el perdón —el propio y el ajeno— es un proceso difícil, a veces doloroso, pero indispensable.

En un mundo donde las figuras públicas suelen reescribir su historia, Meirelles apuesta por la exposición desnuda: reconocer errores no debilita, humaniza.

Y eso transforma la política —dentro y fuera de la Iglesia— en un ejercicio que exige sinceridad, no perfección.

El poder bajo la lupa

“Los dos papas” no es un ataque al Vaticano, pero tampoco es complaciente.
Plantea una reflexión sobre cómo una institución milenaria enfrenta escándalos, divisiones internas y un mundo que cambia más rápido de lo que sus estructuras permiten.

La renuncia de Benedicto XVI —mostrada en la película con una mezcla de humildad y drama político— abre una pregunta que trasciende lo religioso:
¿Cuándo un líder debe reconocer que ya no puede liderar?

Es una interrogante que vale para presidentes, empresarios, obispos y cualquiera con poder sobre otros.

Una película sobre fe, pero no solo para creyentes

Aunque gira en torno a dos figuras del catolicismo, su fuerza narrativa habla a todos.
Habla de responsabilidad, de humanidad, de cómo las instituciones pueden reinventarse y de cómo los individuos pueden cambiar incluso cuando ya parecen definidos.

El filme afirma, sin decirlo explícitamente, que la fe es también duda.
Y que dudar no destruye la creencia: la profundiza.

Reflexión final: dos papas, dos mundos, una misma humanidad

“Los dos papas” es menos una película sobre el Vaticano y más una película sobre nosotros.
Sobre cómo confrontamos nuestros errores, cómo gestionamos el poder y cómo seguimos adelante a pesar de la culpa y la contradicción.

En tiempos de rupturas y trincheras, la cinta ofrece un recordatorio simple y necesario:
el cambio no nace cuando uno gana y el otro pierde, sino cuando ambos se escuchan.

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