Autor: José Amparo
La República Dominicana se ha convertido en el epicentro del desorden vehicular, una problemática que no solo involucra a conductores y autoridades, sino también a peatones, leyes poco efectivas y la falta de educación vial. Este caos, evidenciado tanto en la capital como en los pueblos, es un reflejo de una sociedad que ha normalizado prácticas incorrectas en el uso de las vías públicas.
Cultura vial deficiente
El desorden no solo radica en los conductores mal preparados, sino también en los peatones mal informados y autoridades que no cumplen con su rol de reguladores. Este esquema de desorganización perpetúa el caos vehicular, alimentando enfrentamientos constantes entre conductores y autoridades, los cuales son noticia recurrente en el país.
Falta de cortesía y conciencia
En las vías congestionadas, la falta de cortesía se ha convertido en un problema alarmante. Por ejemplo, al intentar subir un elevado, los conductores suelen priorizar el «yo primero», creando cuellos de botella y empeorando los tapones. Si se adoptara el principio de la espera y la cortesía, muchas de estas situaciones podrían resolverse sin la necesidad de agentes de tránsito o conos.Señalización y educación vial
Las calles de barrios como Villa Consuelo, Villa Agrícola y San Carlos, históricamente diseñadas para una sola vía, son ahora utilizadas como de doble sentido, agravando aún más la confusión y los accidentes. Las autoridades responsables de la señalización deben no solo implementar los cambios necesarios, sino también educar a los ciudadanos para evitar excusas de desconocimiento y enfrentamientos innecesarios.

Reflexión final
El desorden vehicular en República Dominicana no es solo un problema de conductores o autoridades, sino de una sociedad que ha descuidado la educación vial y la promoción de buenas prácticas en el tránsito. Mientras no se tomen medidas efectivas, seguiremos viendo un caos perpetuo que afecta tanto la movilidad como la calidad de vida de los ciudadanos