Un viaje al Acueducto de Segovia con amigos de la RATT

Mi experiencia en el Acueducto de Segovia, junto a compañeros de la RATT Internacional. Historia, leyendas y reflexión espiritual.

Una crónica íntima de mi visita al Acueducto de Segovia, junto a personas clave en la lucha contra la trata de personas, entre historia, amistad y fe.

Segovia, España. Hay lugares que trascienden su valor arquitectónico y se convierten en escenarios de emociones profundas. Así fue mi visita al Acueducto de Segovia, acompañado por un grupo de personas entrañables que forman parte de la RATT Internacional, con quienes comparto una lucha común: la erradicación de la trata de personas.

Un monumento que conecta siglos

El Acueducto de Segovia es una joya de la ingeniería romana. Construido entre los siglos I y II d.C., esta obra monumental transportó agua durante casi 2.000 años, desde el río Frío hasta el centro de la ciudad.

Sin una gota de mortero, sus 167 arcos de granito —que alcanzan hasta 28,5 metros de altura en su punto más alto— desafían el paso del tiempo. Es un testimonio de la precisión, la inteligencia y la voluntad del ser humano.

Entre la historia y la fe

Mi viaje no fue en solitario. Me acompañaron grandes personas y colaboradores en esta misión de vida. Doris Nouel, una amiga y aliada fiel; Fernando MAO, mi mentor y referente en la lucha por la justicia; Luz, amiga cercana y solidaria; Ana Maria mi psicóloga y hna, Alma Delia, pastora y hermana en Cristo; Angelita, una mujer ejemplar; y Analia, junto a su querida familia.

Con ellos, frente a esta maravilla romana, la historia adquirió un valor distinto: el de la experiencia compartida, la espiritualidad, la lucha y la amistad.

Leyendas y símbolos

Una de las leyendas que más nos impactó fue la de la joven aguadora que, cansada de subir agua a diario, pidió al diablo que construyera un acueducto. El demonio aceptó, con la condición de quedarse con su alma si lograba terminarlo antes del amanecer. Al romper el día, le faltó colocar una sola piedra y la joven salvó su alma, agradecida a Dios.

Esta historia, contada mientras observábamos el acueducto iluminado al caer la tarde, nos recordó el poder de la fe y la resistencia frente a la adversidad. Un paralelismo hermoso con nuestra misión diaria.

Caminando con propósito

Durante nuestro recorrido, nos detuvimos en puntos clave, observamos la precisión de los bloques, la inclinación del canal y los sistemas de decantación. , mientras Analia y su familia disfrutaban del paseo con alegría.

En ese momento comprendí que el Acueducto no solo transportaba agua, sino también esperanza, ingenio y persistencia.

Conclusión: más que una visita, una experiencia de vida

Visitar el Acueducto de Segovia junto a personas que admiro fue mucho más que un acto turístico. Fue una experiencia transformadora. Entendí que los verdaderos monumentos no siempre están hechos de piedra: a veces están formados por valores, compromisos y vínculos humanos.

Segovia me regaló historia. El Acueducto, sabiduría. Y mis compañeros de viaje, una lección de vida.

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