Poder, riqueza y fe

Reflexión sobre cómo Dios nos da poder para generar riqueza con propósito, y por qué debemos pedir, buscar y confiar en Él para recibir lo bueno.

Dios da poder para hacer riqueza — con fe, propósito y corazón

Muchos interpretan la prosperidad como una meta en sí misma: tener mucho, poseer, sobresalir. Pero la Biblia enseña algo distinto.
En Deuteronomio 8:18 se afirma que Dios es quien da “el poder para hacer riquezas”. Eso no significa riqueza para vanagloria, sino la capacidad de construir, aportar, prosperar con responsabilidad y propósito.

Al mismo tiempo, en el Nuevo Testamento se revela una promesa poderosa para quien confía y busca:

“Pidan —y se les dará; busquen —y hallarán; llamen —y se les abrirá.” (Evangelio según Mateo 7:7) ESV Bible+1

Este “marco bíblico” —poder + petición/fe— nos guía a entender la riqueza no como un fin, sino como un medio para servir, bendecir y vivir con integridad.

Riqueza con sentido: más allá de lo material

Cuando Dios nos concede poder, habilidades o recursos, la invitación no es acumular para el orgullo, sino usar lo recibido con sabiduría. La riqueza con propósito puede servir para:

  • Ayudar a quienes lo necesitan
  • Generar oportunidades de bienestar para otros
  • Llevar esperanza, justicia y solidaridad
  • Cultivar una economía con valores

Así, la prosperidad se convierte en un instrumento de bien, no en una carga de ego.

La clave: fe activa y dependencia de Dios

El principio de “pedir, buscar, llamar” nos recuerda que no basta con confiar en nuestras fuerzas. Necesitamos fe, constancia y dependencia de Dios.

  • Pedir: reconocer nuestra necesidad y dependencia de Él.
  • Buscar: trabajar, confiar, persistir con honestidad.
  • Llamar: mantenerse firme, con esperanza y humildad, aun en la espera.

De ese modo, la riqueza que llega no es casualidad, sino una bendición alineada con Su voluntad.

¿Por qué no basta querer ser “rico”?

Perseguir riqueza por ambición puede ser vano. La codicia vacía el corazón, aleja la generosidad y nubla la sensibilidad espiritual. Cuando la meta es solo tener, la riqueza no edifica, esclaviza.

Dios no nos da poder para llenarnos de bienes, sino para que seamos canales de bendición, testimonio y transformación.

Reflexión final

Tener poder, talento o recursos no es un privilegio para exhibir. Es una responsabilidad.
Dios nos llama a trabajar, pedir, buscar, confiar — pero sobre todo, a actuar con propósito, fe y corazón generoso.

Porque la verdadera riqueza no se mide en cuentas bancarias, sino en vidas transformadas.

Quien construye con fe, humildad y servicio, cosecha mucho más que bienes: cosecha legado.

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