Cuando el servicio y la integridad vencen a la burocracia

Una experiencia inesperada en el Aeropuerto José Francisco Peña Gómez revela que aún existen funcionarios honestos y comprometidos con servir al ciudadano

Aeropuerto José Francisco Peña Gómez


Una vivencia personal que reafirma la importancia de los servidores públicos con vocación, dentro de un sistema muchas veces deshumanizado.


Hace poco viví una experiencia que, aunque inesperada, terminó dejándome una valiosa lección sobre el valor de la honestidad y el servicio público genuino. Todo ocurrió en el Aeropuerto Internacional José Francisco Peña Gómez, mientras realizaba una diligencia oficial.

Había dejado mi vehículo, un Honda Civic blanco, estacionado en el segundo nivel del aeropuerto. Al salir de la oficina de Aerodom, noté con sorpresa que el carro ya no estaba. Me acerqué rápidamente a varios taxistas en la zona, quienes me informaron que una grúa lo había removido por haber excedido el tiempo permitido de parqueo.

Fui de inmediato al área donde llevan los vehículos mal estacionados. Ahí, la respuesta fue tajante: “Tiene que pagar la infracción. No hay excepciones.” Ni ruegos ni explicaciones valieron. En ese momento, decidí poner todo en manos de Dios.

Entonces, vino a mi mente el nombre del coronel Marte, asignado a la Digesett. Llamé al director nacional de la Red de Alto a la Trata, Escolástico Castillo, quien de inmediato me facilitó el contacto del coronel. Al comunicarme con él, demostró ser un verdadero servidor público. Sin dudarlo, me refirió al coronel García, quien también mostró gran disposición.

El coronel García se comunicó con el señor Jhonny Vilorio, encargado del departamento relacionado con los parqueos. Gracias a esta cadena de funcionarios honorables, en poco tiempo pude recuperar mi vehículo, sin complicaciones adicionales.


Conclusión:

Muchos pensarán que en las instituciones públicas solo reina la indiferencia o la corrupción. Pero mi experiencia en el Aeropuerto José Francisco Peña Gómez me demostró lo contrario. Aún existen militares, oficiales y funcionarios comprometidos con el pueblo, con vocación de servicio y sentido humano.

Esta vivencia me reafirma que la esperanza no está perdida. Cuando se combinan la voluntad, la honestidad y la empatía, el sistema puede funcionar para el ciudadano común. Gracias a todos los que hicieron posible que este episodio terminara con una sonrisa en vez de una frustración.

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