Por: Fernando Mao
Sede vacante tras la muerte del papa Francisco: comienza el camino al cónclave
La muerte del papa Francisco este lunes a los 88 años ha dado paso a un periodo excepcional en la Iglesia católica conocido como sede vacante. Este tiempo se activa cuando la silla de San Pedro queda vacía, y finaliza con la elección de un nuevo pontífice a través del cónclave.
¿Qué significa «sede vacante»?
El término proviene del latín sede vacante, que significa literalmente «sede vacía». Representa el período en el que no hay papa reinante. Durante este tiempo, el gobierno ordinario de la Iglesia pasa al Colegio de Cardenales, bajo normas muy específicas dictadas por el Derecho Canónico.
¿Qué es el cónclave?
El cónclave es el proceso mediante el cual se elige al nuevo papa. Su nombre proviene del latín cum clave (“bajo llave”) y hace referencia a la reclusión total de los cardenales electores, que deben permanecer aislados del mundo exterior dentro del Vaticano hasta tomar una decisión.
El escenario: la Capilla Sixtina
El cónclave se lleva a cabo en la Capilla Sixtina, uno de los lugares más emblemáticos del Vaticano. Los cardenales menores de 80 años, que en este caso suman alrededor de 120, se reúnen en un ambiente de profundo silencio, oración y reflexión.
Un proceso guiado por el ritual y la tradición
Según las reglas actuales, el proceso debe iniciar entre 15 y 20 días después de la muerte del papa. En este tiempo se celebran misas, oraciones y reuniones preliminares conocidas como “Congregaciones generales”, donde los cardenales analizan los retos actuales de la Iglesia.
La famosa fumata blanca y negra
Durante el cónclave, tras cada votación, se quema la papeleta en una estufa especial.
- Fumata negra: indica que aún no hay decisión.
- Fumata blanca: significa que el nuevo papa ha sido elegido.
Cuando la fumata blanca sale por la chimenea, los fieles de todo el mundo entienden que hay nuevo pontífice.
Nada se puede cambiar
El Derecho Canónico establece que durante la sede vacante «nada se ha de innovar». Es decir, los cardenales no pueden tomar decisiones que cambien la doctrina o la estructura de la Iglesia. Solo pueden garantizar el funcionamiento básico hasta la elección del nuevo papa.