“Melissa” revela la fragilidad de la República Dominicana ante tormentas extremas

Por: Eduardo Perez

La tormenta tropical Melissa golpeó la República Dominicana con lluvias intensas, cortes de agua y daños, y plantea un reto urgente sobre prevención y resiliencia ante el clima.

“Melissa” revela la fragilidad de la República Dominicana ante tormentas extremas

La tormenta tropical Melissa no sólo es otro sistema más en la temporada ciclónica del Atlántico: ha sido una prueba de fuego para la República Dominicana. Con lluvias intensas, cortes de agua, viviendas afectadas e infraestructura golpeada, el fenómeno deja en evidencia cómo un país acostumbrado al riesgo todavía enfrenta grietas en su preparación.

Impactos visibles en agua, viviendas y servicios básicos

Las cifras que entregan las autoridades no pueden pasarse por alto. Más de un millón de personas quedaron sin agua potable tras el paso de Melissa.
Se reportaron al menos 202 viviendas afectadas, más de 28 comunidades incomunicadas, y desplazamientos forzados de más de mil personas.
Las lluvias superaron los 300-350 milímetros en el Gran Santo Domingo y en varias provincias, lo que elevó el riesgo de inundaciones urbanas y deslizamientos.
Todo ello mientras el país mantenía más de una docena de provincias con alerta roja.

Preparación y respuesta: ¿suficiente?

Reconocer que Melissa presentó condiciones “erráticas” y casi estacionarias —lo que multiplicó su impacto— es clave.
Las instituciones estatales activaron protocolos: el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) mantuvo alerts y hubo suspensión de actividades.
Sin embargo, que tantas familias hayan quedado sin agua potable o vivienda plantea que los mecanismos de cobertura y resiliencia aún tienen vacíos.

Lecciones para el futuro: resiliencia más allá del clima

Melissa no es un capricho de la naturaleza, sino una señal de que la vulnerabilidad humana es también un riesgo climático.
Primero: el agua. Cuando más de un millón de personas quedan sin servicio, la gestión del recurso se vuelve una cuestión de vida o muerte.
Segundo: la vivienda y la infraestructura. Inundaciones, carreteras cortadas y comunidades aisladas demuestran que la prevención —como drenajes adecuados, mantenimiento de cuencas y sistemas de alerta— es clave.
Tercero: la cultura de riesgo. En un país donde las tormentas son parte del imaginario colectivo, aún se necesita fortalecer la educación sobre qué hacer antes, durante y después.

Reafirmar la unión: ciudadanos, comunidad, Estado

Melissa también es un llamado a la solidaridad colectiva. Donde el Estado no llega con la rapidez deseada, comunidades, iglesias, organizaciones civiles y voluntarios emergen como redes de soporte. Esa sinergia debe fortalecerse y formalizarse para que en la próxima tormenta no dependa del “espíritu de emergencia”, sino de un sistema fijo y organizado.

Reflexión final

La tormenta tropical Melissa azota no solo con lluvia y viento, sino con preguntas incómodas: ¿estamos listos? ¿Hemos aprendido? ¿Cuidamos lo esencial: el agua, la vivienda, la seguridad? Si la respuesta permanece parcial o indefinida, la próxima tormenta no será solo una noticia, será un desastre anunciado.
La opción no es sólo “resistir”, sino “reconstruir mejor”.

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